El mundo católico se viste de luto. El papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano y el hombre que imprimió una impronta de sencillez y cercanía al Vaticano, falleció este lunes a los 88 años tras sufrir un derrame cerebral que le provocó un paro cardíaco. Su muerte ocurrió en su residencia de Santa Marta, en el corazón de la Ciudad del Vaticano, donde vivió desde su elección en 2013.
El anuncio oficial lo realizó el cardenal camarlengo, Kevin Farrell: “Con profundo dolor debo anunciar la muerte de nuestro Santo Padre Francisco. Toda su entera vida ha sido dedicada al servicio del Señor y de Su Iglesia. Nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, coraje y amor universal, en particular en favor de los pobres y marginados”.
En un gesto que revela su carácter, Francisco había dispuesto no ser sepultado en las grutas vaticanas junto a la mayoría de sus predecesores, sino en una capilla de la basílica de Santa María la Mayor, el templo mariano más importante de Roma, al que acudía a rezar antes y después de cada viaje apostólico.
Un pontífice marcado por la sencillez y la inclusión
Jorge Mario Bergoglio, nacido en Buenos Aires en 1936, fue un papa distinto desde el primer momento. Hijo de inmigrantes italianos y con una historia personal signada por la austeridad, eligió vivir en una residencia común en lugar del Palacio Apostólico y se caracterizó por su estilo pastoral: abrazó a los enfermos, escuchó a los descartados y pidió una Iglesia “pobre para los pobres”.
Durante su pontificado, intentó reformar la Curia Romana, dio visibilidad a causas sociales urgentes como el cambio climático y la migración, y pidió perdón por los abusos cometidos por miembros del clero. Su liderazgo fue admirado y resistido a partes iguales dentro de la estructura eclesiástica.
Un adiós multitudinario y sencillo
El deceso de Francisco activó los tradicionales ritos de la “sede vacante”. A las 20 horas de Roma, comenzarán las ceremonias litúrgicas que se extenderán por nueve días, los llamados “novendiales”. La misa exequial y el entierro se realizarán entre el cuarto y el sexto día tras su muerte, en presencia de fieles de todo el mundo.
El cuerpo será velado en la capilla privada de Santa Marta, y luego trasladado directamente en féretro a la Basílica Vaticana. Atendiendo su pedido, los textos litúrgicos y los ritos han sido simplificados, buscando reflejar su deseo de humildad incluso en la muerte.
El último gesto de entrega
A pesar de su frágil estado de salud —una neumonía bilateral lo mantuvo internado en febrero— Francisco insistió en aparecer públicamente durante la Pascua, hace apenas un día. Acompañado por su enfermero, recorrió en papamóvil la Plaza de San Pedro, saludando a una multitud que lo ovacionó. Fue su último acto como líder de la Iglesia, una despedida conmovedora que hoy cobra un nuevo sentido.
Condolencias desde el mundo
Desde líderes políticos hasta referentes religiosos, las muestras de afecto y admiración no tardaron en llegar. El presidente brasileño Lula da Silva declaró siete días de luto: “La humanidad ha perdido la voz del respeto y la aceptación del otro”. En Nueva York, el cardenal Timothy Dolan expresó: “Rezo para que el papa esté disfrutando de su recompensa eterna en el cielo”.
Barack Obama escribió en redes: “Con su humildad y sus gestos sencillos pero profundos, nos recordó que todos tenemos obligaciones morales con Dios y con los demás”.
En París, las campanas de Notre Dame repicaron 88 veces, una por cada año de vida. La Torre Eiffel apagó sus luces al anochecer.
Un legado que trasciende
El papa Francisco no solo fue el 266° sucesor de Pedro, sino un reformador con vocación de servidor, un pastor que incomodó al poder y abrazó la fragilidad del mundo. Su voz resonó con fuerza en tiempos de grieta, desigualdad y dolor.
Hoy la Iglesia, y el mundo, despiden a un líder que eligió vivir con lo justo y predicar con el ejemplo. Pero su mensaje, hecho de gestos y palabras que tocaron corazones, queda vivo en la memoria de millones.